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Reflexiones para la segunda vuelta

Chile es un país muy vulnerable, a pesar del progreso que ha logrado en los últimos años. Y no me refiero a la economía, sino a la falta de un consenso social mínimo. No hemos internalizado que una elección no debería significar ganadores absolutos ni derrotados totales, sino una sana alternancia en el poder.

Tampoco parecemos tener claro que en una democracia estable y profunda, la oposición debería tener tanta responsabilidad como el gobierno en la marcha del país; que se puede inferir el grado de cultura cívica de una nación por el equilibrio entre el gobierno de turno y la oposición.

Los chilenos podemos estar orgullosos de que al menos hemos logrado una democracia formal, con sus elecciones periódicas y respetadas, lo que es mucho decir en nuestra región hispanoamericana.

Pero no nos han inculcado desde niños -porque no tenemos una buena educación cívica- que somos una comunidad, no simples habitantes de Chile que suelen votar, sino ciudadanos: con derechos y obligaciones constantes, todos los días, no solo cuando sufragamos.

Deberíamos valorar más la pertenencia a una historia y un futuro común y mejorar la confianza entre nosotros. Se trata de lograr un consenso que incluya conceptos de respeto cívico, de bien común, de sentido de pertenencia.

Me encantaría que durante este período de reflexión, antes de la segunda vuelta electoral, habláramos más de la dignidad y altura que debieran tener los políticos y los altos cargos de la república. Y repetir que los ciudadanos tenemos derechos inalienables, pero también deberes hacia los demás y hacia el país.

Lo más intrínseco de una democracia y del liberalismo político es el concepto de que ningún poder puede considerarse absoluto. Los derechos de las personas no pueden ser desconocidos por una mayoría circunstancial.

Un gobierno democrático, por muchos votos que haya obtenido originalmente, en su ejercicio debe buscar un equilibrio: debe ejercer la autoridad, y al mismo tiempo garantizar las libertades personales. De eso se trata gobernar.

Pensemos más en estos temas. Mientras más sofisticada es una sociedad, más conciencia debería haber acerca de nuestro rol personal en el bien común, en el buen funcionamiento de las instituciones y en el respeto cívico. El objetivo es desarrollar un espíritu democrático, una actitud que no dependa del resultado de una elección, sino que esté presente siempre en el ánimo ciudadano. Intentemos lograr un sustrato psicológico que funde una sociedad con más paz y más confianza.

En el período de reflexión que hoy comienza, además de pensar en cómo votaremos, analicemos el sentido de un verdadero régimen democrático.

Inauguración del consejo político de Chile Vamos

Karin Ebensperger Ahrens

“Estimados Amigos:

Me incorporo a este Consejo Político en mi calidad de chilena independiente que se interesa en la marcha del país. Creo que las grandes naciones lo son porque tienen una sociedad civil atenta y participativa, que debe observar y exigir buenas políticas públicas. Repito: soy independiente, y si bien valoro mucho el rol que cumplen los partidos políticos en una democracia, valoro aún más que exista una ciudadanía responsable, atenta, informada, participativa, que sepa exigir a los políticos un buen servicio al país. Como sabemos, están hoy muy mal evaluados.

El destino de los países depende de la actitud mental de sus habitantes. Las naciones son mucho más que territorio –que debemos valorar, cuidar y defender- , son más que sus recursos naturales –que muchos países de nuestra región han malgastado por populismos y falta de seriedad de sus líderes- …el destino de los países se define por ciertas cualidades – que podemos llamar carácter o idiosincrasia- que es una actitud mental sobre cómo actuar en comunidad.

En diversas naciones que consideramos desarrolladas y que además son las mejor evaluadas en felicidad, un concepto que hoy se mide, la cohesión  nacional y la paz social son resultado de la educación cívica o ciudadana o como queramos llamarla: es una larga cadena de aprendizaje que empieza en la infancia y se expresa en la clase dirigente. Hace muchos años que vengo diciendo en columnas de opinión que debemos inculcar valores cívicos y de respeto por la historia común. Sin un  sentido de pertenencia y valores compartidos, las sociedades quedan a merced de los populismos, o de mayorías circunstanciales, que podrían utilizar el poder sin sentir compromiso con las futuras generaciones.

Tan potente es el carácter nacional, esa actitud mental, que de eso dependen las instituciones políticas y el grado de apoyo que generan en la población.

Llama la atención que hay personas que habiendo ido a los mejores colegios y universidades cometieran abusos y grave irrespeto a la fe pública. No entendieron de qué se trata el respeto cívico. Y tampoco lo entendieron algunos dirigentes de los partidos políticos del sector, y algunos centros de pensamiento, que dicen defender la libertad política y económica: debieron ser los primeros en denunciar esas malas prácticas en vez de bajarles el perfil. La sociedad de libertades se defiende desde adentro, no sólo criticando a los del frente. Destruir la fe pública es lo más grave que puede pasar en una sociedad, porque trae desconfianza, se van liquidando las instituciones, y de ahí al populismo hay sólo un paso.

A la centro-derecha se le suele olvidar que el liberalismo político y económico surgió en Europa como reacción al poder de las monarquías absolutas. Su esencia es creer en el Estado de Derecho, en la igualdad ante la ley, y en la responsabilidad personal por los actos propios.

Parece entonces que como país tenemos un problema más profundo que la educación y su financiamiento. Lo que en realidad está en juego es la clase de sociedad que queremos y cuál es el sentido del desarrollo. El verdadero desarrollo es mucho más que el crecimiento económico, el cual es fundamental, pero NO basta por sí mismo. Nos hemos olvidado de la importancia de las buenas costumbres, del respeto. No es lo mismo actuar en forma legal que actuar en forma legítima! Dictamos muchas leyes en Chile, pero todas serán insuficientes si no somos formados desde la cuna en los derechos y en los deberes ciudadanos.

En  países con democracias estables, la oposición tiene tanta responsabilidad como el gobierno. Se puede deducir el grado de cultura cívica de una nación por el equilibrio entre el gobierno de turno y la oposición, la cual debe ejercer un rol fiscalizador y propositivo. Hoy gobierno y oposición están muy mal evaluados.

Termino insistiendo en que estoy aquí como independiente, porque sueño con una forma de hacer política mucho más solidaria y compasiva, en que las personas sean vistas como seres integrales y no sólo como consumidores, o como votantes cuando viene una elección.

Los chilenos hemos vivido procesos traumáticos que aún nos dividen. Pero pensemos positivamente: también hemos sido capaces de organizar la democracia y los presidentes: Aylwin, Frei, Lagos, Bachelet, Piñera han sido personas sensatas. Creo que los chilenos somos un pueblo sensato.

Pero tenemos que avanzar en comprender que no hay nada más difícil para una sociedad que el equilibrio entre la libertad individual, y el ejercicio de la autoridad. Ese equilibrio es la esencia de la política. Implica entender que nadie, ni siquiera un rey como lo estableció ya en 1215 la Carta Magna, nadie puede estar por encima de la ley. En un Estado de Derecho, nadie puede burlar el espíritu de las leyes. Estoy en este nuevo Consejo Político para tratar de ayudar a que entre todos avancemos hacia una sociedad más armónica y más cohesionada.”