Educación cívica, ciudadana, ética y filosófica

En Chile nos hemos olvidado de la importancia de la formación cultural básica, de las costumbres más allá de las leyes. Dictamos muchas normas, pero todas serán insuficientes si no somos formados desde la cuna en conceptos como el bien común, el buen funcionamiento de las instituciones y el respeto que se les debe si queremos una sociedad en paz. Además de los delitos de violencia física, los delitos intelectuales y el irrespeto a la fe pública hacen mucho daño.

Eso lo tenía muy claro Wilhelm von Humboldt, el gran pensador universal que en materia de educación dejó una influyente huella en la cultura occidental. Creó en Alemania el modelo de la escuela primaria y de enseñanza media o “Gymnasium”. Fundó la Universidad de Berlín, en la que los profesores ya no debían enseñar según un modelo docente rígido, sino investigar junto con sus alumnos. Tan buenos fueron los resultados que se transformó en el modelo inspirador de muchas universidades norteamericanas. Decía que “la auténtica finalidad del ser humano -no aquella de inclinación cambiante, sino que de su infinita e inmutable esencia- es lograr su educación máxima según sus potencialidades y equilibrando todas sus fuerzas, para formar un ser integral; para esa educación, la libertad de enseñanza y la formación en la escuela básica son la más imprescindible de las condiciones. De ahí surge la unión en la diversidad, el bien más alto al que puede aspirar una sociedad”.

En estas columnas llevo años diciendo que impartir educación cívica a los niños desde muy chicos es fundamental. No para que aprendan definiciones de memoria, sino para que entiendan los asuntos de la sociedad. En Chile tenemos muchísimas leyes, pero hay profunda ignorancia sobre el valor de impartir una justicia que se respete y lo complejo que es administrarla, acerca de los equilibrios que requiere la República, la esencia de las instituciones, el verdadero respeto al prójimo y a los bienes públicos. Considero que los valores imperantes en una sociedad se van forjando, y de ellos depende la calidad de las instituciones y la estabilidad política, que conduce al verdadero desarrollo, que no es solo económico, sino también cultural.

Volviendo a Von Humboldt, explicaba que en la escuela primaria se construye la base de toda la enseñanza posterior. Por eso proponía una formación tan sólida en valores culturales, como la honestidad y el respeto, que esa base “nadie la pudiera desdeñar sin despreciarse a sí mismo”.