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Podríamos parar esta decadencia

La falta de certeza jurídica es a la política, lo que la inflación es a la economía: un cáncer. Es una maligna enfermedad social que perjudica a los más débiles, porque no tienen la influencia ni la capacidad de especulación que ambas distorsiones les permite a sacar partido a los inescrupulosos.

Chile está perdiendo uno de los mejores atributos que lo ha distinguido en la región: la seriedad de sus instituciones y, como consecuencia directa, la certeza jurídica. La responsabilidad es del gobierno que usa en forma discrecional su poder para desvirtuar algunas facultades del Estado, y de algunos potentes particulares que han ejercido su enorme riqueza e influencia para des-emparejar la cancha, para distorsionar la economía y afectar la confianza.

Como muchos chilenos, quiero ser parte de una sociedad civil que se oponga –con respeto- a los abusos, que no acepte que desde empresas poderosas se reparta dinero a los políticos, que no permita que gobiernos como el actual liquide de un plumazo la productividad que Chile ha ido construyendo por décadas. Quiero que mis hijos y nietos vivan en una sociedad más amable, más respetuosa, con mayor responsabilidad cívica.

Esta caída que estamos viviendo no terminará mientras todos nosotros, como parte de la sociedad civil, no captemos que gobiernos con mala gestión como el actual, o actuaciones como la de SQM y sus pagos,  están mermando lo más preciado que debe garantizar un Estado de Derecho: las libertades personales. Libertad es lo que se va perdiendo cuando la autoridad y algunos poderosos se sirven del país para obtener cuotas de poder a costa de esforzados ciudadanos.

Es preocupante además comprobar el grado de ignorancia con que se está discutiendo el tema constitucional.  Esto es consecuencia directa de la nula preocupación histórica en Chile por la educación cívica, cuyos conceptos en los países con democracias estables se inculcan desde la primera infancia. A través de los años he comprobado con tristeza que impartir educación cívica en Chile en forma objetiva y respetuosa es otro tema que divide. Algunos desde la izquierda la consideran un instrumento para adoctrinar. Otros, generalmente la derecha conservadora y su actitud de avestruz en tantas materias, no quieren oír hablar de educación ciudadana por temor a que se preste para esas distorsiones, en vez de ocuparse de que exista y de buena calidad.  Sencillamente no ha penetrado aún en ese sector retrógrado el verdadero liberalismo, ese que surgió en Europa como antídoto contra el absolutismo monárquico.

La esencia del liberalismo político es creer en un Estado de Derecho que garantice las libertades personales frente al poder, y promueva la responsabilidad individual por los actos propios. Como he insistido en estas columnas, en Chile se impuso una derecha demasiado centrada en la economía sin asociarla a un verdadero, profundo y responsable sentido social. No está en su ADN devolver a la sociedad, como debería, sin un sentido paternalista sino justo. Y la izquierda, en vez de seguir la tendencia socialdemócrata que avanzó en occidente, en Chile es proclive a una trasnochada visión ideológica, estatista, sumada a una ineficiencia total. Eso es lo peor para el verdadero progreso social, en el que las personas puedan lograr su propio desarrollo, en vez de estar condenadas a ser dependientes y clientes de un estado burócrata, ineficiente, asfixiante.